Ojos verdes, tez canela,
sobre las pieles tendida,
sin tu presencia, perdida,
sumida en un duermevela.
Te oigo llegar y suspiro,
tiemblo como una gacela,
despacio, enciendo una vela,
y las tinieblas retiro.
Llegas, guerrero cansado,
al abrigo de tu hogar.
Me apresuro a liberar
a tus pies de su calzado.
- "Hay agua tibia en la tina,
os he preparado un baño".-
Aunque estás un poco huraño,
sonríes a tu concubina.
Las armas echas a un lado,
y la ropa a la tarima,
la recojo con estima
y te sigo al aseado.
Un gruñido de placer
de tus labios en el agua,
vapor como en una fragua,
y yo comienzo mi quehacer.
Con el paño humedecido,
froto el mapa de tu piel,
cicatrices, hiel y miel,
árido cuerpo aguerrido.
Fuera el polvo del camino,
fuera problemas del día,
pues la noche es sólo mía
y del descanso masculino.
Ya contento y relajado,
me arrastras hasta tus pieles,
te doy mis caricias fieles
y mi pulso acelerado.
Y ya nos arropa el sueño,
y me acurruco, cansada,
felizmente cautivada
en los brazos de mi Dueño.
(del diario de huriye)